El Domingo 21 de Marzo se celebra el día mundial de las personas con Síndrome de Down, y desde el departamento de Pedagogía Terapeútica del centro nos han explicado, a través de un mural, en qué consiste esta campaña "Calcetines desparejados" lanzada desde "Down España".
El hecho de que el símbolo de la campaña sea los calcetines, es que éstos tienen la forma similar a la de los cromosomas, haciendo alusión al cromosoma adicional con el que nacen las personas con síndrome de Down.
Durante la mañana del viernes 19 de Marzo, todo el alumnado del centro, desde los más pequeños hasta los chic@s de 6º, hicimos nuestros pares de calcetines desparejados.
Así quedó el pasillo de acceso al comedor, donde tod@s l@s niñ@s del centro pasan y recordaremos cada día que tenemos la SUPERCAPACIDAD de ser
TODOS DIFERENTES
Si os animás, el día 21 de Marzo cambiemos nuestra rutina y vistamos calcetines desparejados para recordad que TODOS SOMOS DIFERENTES y compartirlo desde la web del centro y las redes sociales con el hashtag #calcetinesdesparejados .
En un colegio no todo son pizarras, dictados y recreos. También hay pasillos largos, laboratorios, cocinas escolares y aulas de informática, todos ellos susceptibles de convertirse en el origen de un conato de incendio. Enseñar a utilizar los extintores en los colegios no es un capricho burocrático ni una recomendación secundaria: es una medida vital, urgente y profundamente educativa. En los centros escolares no solo se enseña a leer y sumar; también se debe enseñar a reaccionar ante lo imprevisto, a saber actuar cuando el tiempo corre y el fuego avanza.
Enseñar a usar un extintor no es incompatible con enseñar a resolver ecuaciones. De hecho, forma parte del mismo compromiso educativo: preparar a los alumnos para enfrentarse al mundo real, con sus riesgos, sus desafíos y sus emergencias. Si un centro escolar se toma en serio su papel como formador integral, no puede desatender la prevención de incendios como pilar estructural de su política de seguridad.
Porque cuando suena la alarma y las llamas comienzan a reptar por los rodapiés, no hay margen para improvisaciones. Solo la formación previa convierte el miedo en acción. Por eso, la presencia de extintores es tan importante como su conocimiento práctico. Y aquí no hablamos solo del profesorado: el alumnado, adaptando el contenido a cada franja de edad, también debe recibir instrucciones básicas de actuación, ubicación de salidas, y por supuesto, nociones sobre cómo utilizar correctamente un extintor.
En primer lugar, porque los colegios no están exentos de riesgos: equipos eléctricos sobrecargados, cocinas mal ventiladas, materiales inflamables en almacenes o laboratorios... En segundo lugar, porque los menores —por edad y vulnerabilidad— dependen absolutamente de la reacción del adulto. Y esa reacción debe estar entrenada. No sirve el instinto si nunca se ha practicado. No basta con saber que “el extintor se apunta a la base de las llamas”. Hay que haberlo hecho. Hay que haber sentido el peso, el retroceso, la presión. Solo así se evita el bloqueo cuando de verdad importa.
Y es aquí donde el modelo de formación cobra importancia: no vale con una charla anual ni con colgar un cartel junto al extintor. La capacitación debe ser activa, práctica, y adaptada al entorno escolar. En este punto, es indispensable hablar también de los distintos tipos de extintores y de cómo utilizarlos en cada escenario. En especial, los extintores ABC son clave en los centros educativos por su versatilidad frente a fuegos de tipo sólido, líquido o eléctrico.
No basta con saber qué hacer. Hay que hacerlo bien y rápido. Por eso los simulacros deben formar parte del calendario escolar, como cualquier otra materia obligatoria. Solo la repetición sistemática genera esa “memoria muscular” que permite al docente actuar con precisión y sin vacilaciones ante un fuego incipiente. Pero además, la seguridad contra incendios en colegios también requiere gestión emocional: mantener la calma, proteger a los menores, coordinar una evacuación. Son competencias que no se adquieren leyendo un folleto, sino enfrentándose a entornos simulados que emulen el estrés real.
En este sentido, los docentes deben ser formados como primeros intervinientes, pero también el personal de administración, limpieza, monitores de comedor y patio. Todos deben estar preparados. Y en la medida de lo posible, se pueden incorporar dinámicas participativas con el alumnado, para que los niños sepan identificar los extintores, reconocer los sonidos de alerta y comprender qué hacer (y qué no) en una situación de fuego.
Para reforzar este aprendizaje continuo, recomendamos consultar recursos actualizados como el blog de extintores, donde se analizan normativas, técnicas de uso y novedades del sector, siempre con un enfoque didáctico y cercano.
Un colegio que apuesta por la prevención gana en seguridad, en reputación y en confianza. Las familias valoran, cada vez más, que un centro tenga protocolos sólidos ante emergencias. No hay mejor campaña de imagen que una comunidad escolar protegida y preparada. Pero además, los beneficios económicos no son menores: los daños materiales pueden reducirse drásticamente si hay extintores funcionales y personal entrenado. Y si la intervención es inmediata, incluso puede evitarse la intervención de bomberos o la evacuación total del edificio.
Por otro lado, cumplir con las normativas vigentes sobre instalaciones contra incendios y formación del personal evita sanciones administrativas. Hoy, más que nunca, la seguridad es un elemento diferenciador entre centros escolares. No es casual que cada vez más proyectos de dirección incorporen programas específicos de formación en emergencias como parte de sus planes estratégicos.
Adaptando el lenguaje y los contenidos, también los más pequeños pueden aprender sobre el fuego, su peligro y la forma correcta de actuar. Desde dinámicas lúdicas hasta pequeñas dramatizaciones o juegos de rol, los colegios pueden fomentar una cultura de la prevención desde edades tempranas. Saber identificar un extintor, no obstaculizarlo con mochilas, y avisar a un adulto si lo ven manipulado o dañado, son hábitos que salvan vidas. Y sí, también ellos pueden formar parte activa del cuidado del entorno escolar.
La seguridad no es una fotografía fija. Las normativas cambian, los equipos evolucionan y las personas se incorporan o rotan. Por eso, la formación debe ser continua y actualizada. Cada inicio de curso es una oportunidad para repasar protocolos, renovar conocimientos y ajustar procedimientos. Los programas de reciclaje son imprescindibles para no caer en la falsa seguridad de lo aprendido una vez.
Además, ante cualquier mejora de infraestructura o adquisición de nuevos equipos, es necesario informar y formar. Un extintor mal ubicado o no reconocido por el personal puede ser tan inútil como no tenerlo. Por ello, mantener informada a toda la comunidad educativa no es una cortesía: es un deber.
Un colegio que educa es un colegio que cuida. Y cuidar significa prever, formar, preparar. Enseñar a utilizar los extintores en los colegios no es solo una obligación normativa. Es una apuesta ética, una decisión valiente y una expresión del compromiso más noble del oficio educativo: proteger la vida. Porque ningún niño debería enfrentarse al humo sin que alguien sepa qué hacer. Porque ningún maestro debería temer que le falte la herramienta o el conocimiento cuando lo necesita. Porque educar, bien entendido, también apaga fuegos.